El sábado 23 de noviembre de 2013, un concurrido grupo de
cueveros nos juntamos, para de la mano de Pasqual, visitar la Cueva de
l’Autopista con un objetivo claro, llegar y fotografiar la Sala del Jardí, y si
era posible, llegar a la Sala Blanca. Esto de los objetivos, que en principio
parece un poco el estilo Calleja, tiene su significado cuando uno se adentra en
esta cavidad laberíntica. A tal efecto quedamos en el Real de Gandía el grupo
que veníamos de Madrid, Mar, Félix, Txema y yo, con Pasqual, con Josep Herrerías
que venía de Barcelona y con Marisa y Manolo que venían de Santa Pola.
Aprovecho para agradecer a Amparito su hospitalidad, ya que nos dejó su casa
para pernoctar la noche del viernes, sin conocernos. Es una cuevera de pro.
Ascendimos a la barriada de la colina donde dejamos los
coches (Monte Real). Desde allí descendimos campo a través hacia la autopista AP7,
que atravesamos por un puente para aguas, para tomar la dirección contraria al
sentido del tráfico, continuando a su
margen durante un centenar de metros hasta llegar a la boca artificial. Hay que
tener especial cuidado en esta parte porque hay que ir por dentro de la valla y
a escasos metros del arcen, si bien el camino permanece parcialmente oculto por
arbusto, los objetos arrojados de los coches nos pueden impactar. No hay más
que ver la cantidad de basura que hay en
la cuneta.
Ya el grupo completo, entramos por una galería angosta y
fracturada, además de polvorienta (30S YJ 426154 Alt.: 80 m.), donde lo primero
que notamos es el calor. Esta será la tónica predominante en todo el resto de
la cavidad, salvo alguna sala un poco más amplia o alguna gatera y laminador.
La cavidad esta formada por una compleja red davisiana de posible formación cuaternaria
con 7,5 kms de túneles. Tras
aproximadamente una hora y media de recorrido, llegamos a la Sala del Jardí,
donde destacan formaciones de aragonitos aciculares y coraloides
de casi medio metro de diámetro en algunos casos. Estas formaciones
cristalinas, en forma de erizo, se desarrollan cuando se llega al límite de la
sobresaturación de la calcita y ésta se alcanza con rapidez. La sala es
espectacular, y más cuando es iluminada por las luces de Josep Herrerías, ya que
a primera vista las formaciones se ven en una tonalidad gris. A medida que la
luz se empieza a filtrar por las agujas, aparecen un sinfín de tonalidades y
sombras que hacen que su belleza quede plasmada en el amplio reportaje fotográfico
(más de 4h). Cabe resaltar que en la misma sala del Jardí, y un poco al fondo
se encuentra semioculta otra pequeña salita donde los aragonitos parecen pompones,
pero esta vez, con unas agujas extremadamente finas. También en la misma sala,
y a mano derecha se encuentra una grupo de ellos con un bonito color salmón al
trasluz. Como a algunos no nos da para tanto eso de la fotografía, nos vamos
con Pasqual a visitar una sala cercana donde también hay gran cantidad de
aragonitos de gran belleza, y sin tener claro el nombre de la sala, bien podría
ser la sala blanca por la cantidad de ellos, que la balnquean. Aún dará tiempo
a que el resto del grupo visite la sala ya que Josep aun no había terminado. Finalmente
conseguimos arrancarle de la sala y emprender la vuelta por la laberíntica
cavidad, comprobando hasta que extremo es así, que a alguno le gastamos la
bromita de callarnos y apagar las luces, tomando este el camino equivocado por
su evidencia, estando la salida por el piso superior y hacia arriba. Esta
situación se repite en más de un caso, siendo especialmente complicado el
conectar este sector de la cueva con el sector de la entrada, que se realiza
por medio del laminador que une ambas zonas y que además tiene un paso bastante
estrecho. Salimos sin novedad de noche cerrado y emprendimos el regreso con
cuidado. Pasqual y yo tuvimos que volver a por Txema que se despisto en el
camino que hay inmediatamente después de la valla. Ya todos cambiados, nos
despedimos de Marisa y Manolo, que salian
ya para su casa y el resto nos vamos, junto con la hija de Pasqual y su novia a
cenar a un chino en Canals donde rememoramos momentos de la jornada. Agradecer
a Pasqual su hospitalidad y paciencia para con nosotros, ya que amen de
alojarnos el sábado, acompañarnos en todo momento y hacernos de guía, sufrió
nuestro espolio naranjal en tierras de su padre.
3 comentarios:
Me tienes despistado Rameffes II. Dame algún dato para identificarte.
Que no hombre, que eres J.M.
efectivamente
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