Este pasado sábado 29 de agosto de 2015, un selecto grupo de
miembros del Silex Team (Mar, Ana, María, Sonia, Moreno y yo), nos hemos dado
cita en la localidad de La Gándara para abordar la “disfrutona” travesía de
Cuivo – Mortero. Al efecto salimos los expeleos Mar, Ana y el que suscribe, el
viernes por la mañana sin nada que hacer y con la intención de dar una vuelta
por Cañuela por la tarde o alguna otra actividad de corto desarrollo.
Finalmente y por pereza, después de dejar los bártulos en el albergue de
Margari, en el bar restaurante Coventosa, decidimos no manchar los monos y
acercarnos a Carranza a visitar la cueva de Pozalagua, y de paso, tantear la
aproximación a la sima del Carlista, próximo objetivo para algunos miembros del
club. Visitamos la cavidad sin costarnos un duro al ser espeleólogos y además,
tuvimos la ocasión de conocer en persona al primer espeleo que la topografió
por allá en el año 1958 (Año en el que hemos nacido algunos de los
participantes). Nos contó con cierta emoción que estuvieron 10 días abajo hasta
completar la topo y nos enseño sus primeros planos y algunas fotos, así como
los medios usados para ello, a saber, un cinturón de piel de vaca, remachado
por el herrero, unas cuantas escalas y cuerdas de cáñamo, sus carburos, sus
monos de vaqueros y una dosis de valor a envidiar. Terminamos la tarde cenando
en el refugio y prontito a la cama. De madrugada llegaron otros tres espeleos
pertenecientes al GAEM de Madrid, al menos dos de ellos, con los que por la
mañana charlando, nos comentaron que ellos también tenían intención de hacer la
misma travesía.
Al levantarnos, Ana
nos cuenta que apenas ha dormido y que tiene un dolor de cuello importante y
mal cuerpo, al dormir en mala postura y resentirse una antigua lesión de
cervicales que tenía, por lo que no tiene nada claro que vaya a poder
acompañarnos en la actividad. A las 10 am nos reunimos en La Gándara con el
resto de nuestro equipo, que venía de Santander e iniciamos la aproximación al
Mortero (WGS84 30T 0453737 4784234) para
revisar su instalación. Encontramos instaladas la rampa y una vía del fondo con
las mismas cuerdas en fijo que vimos el año pasado dando una vuelta por la
zona. Decidimos usar la instalación fija no montando nuestra cuerda y volvimos
a la carretera para equiparnos e iniciar la subida a la boca de Cuivo (WGS
84 30 T
0453699 4785015). El equipo de
travesía, que a excepción de Ana, que finalmente decide quedarse con buen
criterio, empezamos a ascender por la cuesta del Cuivo, fácilmente reconocible,
ya que parece una pista de piedra que nace desde el cauce seco del arroyo que
intersecciona con una camino carretero, Con el gps en manos nos desviamos un
poco a la izquierda de la cuesta para atravesar una valla de ganado que da
acceso a una finca que poco más arriba se cubre de helechos. No hay un camino
evidente, pero la ruta del gps era inequívoca y además vimos a dos compañeros
del otro grupo sentados a la boca del pequeño agujero. Charlamos un poco con Máximo
y fuimos entrando todos poco a poco. En pocos minutos los perdimos de vista
pero los volveríamos a coger en varias ocasiones en distintos puntos de la
travesía. Empezamos el descenso a la 1:45 pm y abajo del primer pozo, un p13,
nos encontramos con la salamandra y la rana, de vivos colores que hay en todas
las fotos de las páginas web de la travesía (ojo que ya cobran). En esta
ocasión y para “lloro” de todos, me dejo la cámara olvidada en el refugio.
Comenzamos a avanzar por el cauce del río Cubieja que aquí arriba esta
prácticamente seco, por lo que nosotros no nos pondremos los neoprenos hasta la
sala de la Colada. Avanzamos por el cauce hasta que este se sume y tenemos que
bordear por la derecha, para al poco, destrepar por un R3 con cuerda fija que
nos vuelve a dejar en el cauce. Avanzamos con comodidad sin que la sección sea
especialmente grande, hasta que tenemos que tirarnos cuerpo a tierra
prácticamente para sortear unas formaciones que sifonan el paso. Nosotros
pasamos sin mojarnos ya que no había prácticamente agua. Este paso puede ser
complicado con crecidas. Esta gatera nos deja en la cabecera del p7 que da
acceso a la mítica sala (al menos para mí)
de la Colada, foto de portada del que fue mi primer libro de espeleo
“Grandes travesías. 40 integrales españolas”, de Isidoro Ortiz, y al que le
guardo un especial cariño, ya que fue mi primera luz en este mundo oscuro, en
nuestra etapa autodidacta. Con el y un valor sin precedentes, nos atrevimos a
llevar a nuestros hijos sin prácticamente sin ningún equipo, a la boca de las cuevas Sopladoras para hacer
la travesía a cueva del Agua. Menos mal que nos asustamos y nos dimos la vuelta
al poco de entrar, pero al menos vislumbramos que había posibilidades. Bueno,
que me pierdo. No había cascada ni cámara por lo que en este punto, y como indica nuestro amigo Don Topo, nos
pusimos los neoprenos, empezando aquí la “disfrutona” travesía. Que parto, será
que he engordado. Pero cierto es lo cierto, este meandro, el de el Caramelo, que
se me asemeja al curso activo de Valporquero, pero de menores dimensiones, es
espectacularmente visual y puede que la parte mas divertida de la travesía. En
todo momento hemos ido siguiendo el cauce y la intuición. Teníamos dudas de
poder equivocarnos por las vías superiores pero no se dio el caso. Llegamos al
amplio p8 que cae a una poza . Al poco y tras una trepada indicada entramos en
el meandro Spa, para mi uno de los mas divertidos, ya que es una meando con una
sucesión de pocetes cómodos que te pones de barro blanco hasta las gafas y nunca
mejor dicho, para mi con más barro que el Piscarciano. Todo el meandro y sus
pozos están recubiertos de una arcilla blanca por todos lados. Vamos tomando
poco a poco el tono de estatuas vivientes de escayola. Hasta esta zona la
temperatura es agradable y no se siente frío alguno, pero ya empezamos a notar
tanta subida y bajada flexionando el neopreno. Un poco más adelante, para salir
del Spa, tras una graciosa pocita de barro donde te llega al pecho y te ancla al
suelo que parece que no saldrás jamás de allí, hay una bifurcación. La buena es
un agujero como a un metro del suelo, con ciertas marcas negras no evidentes
por el barro que mancha sus paredes y a la izquierda. La otra vía, por donde se
sume el agua, es una estrecha gatera más embarrada aún si cabe, por la que no
se puede progresar. Salimos a una rampa que acaba en la sala de la Lavadora, un
par de pozas, la de la izquierda de profundidad, donde nos vamos lavando y
quitando el barro de cuerdas y aparatos principalmente. Los compañeros nos
dejaron limpia la grande de la izquierda. Esta sala da paso a lo que para mi
fue uno de los tramos más infernales que pase junto con las rampas y salida. El
meandro de Falopio. Muévete con neopreno y saca por un meando de 4 o 5 metros de altura y unos 40 centímetros de
ancho, y una longitud escandalosamente larga, con un par de pasos en los que te
quedas clavado en la pared a medio metro del agua aún pasando de lado y apoyado
con el ombligo, para luego bajar al agua y arrastrarte como un gusano. Nuestros
supraespinosos maltrechos pagaron un alto precio en este tramo. Como empezó,
termina, con un incomodo r4 en cuerda fija y que nos coloca en la sala del
Roscón donde por la izquierda al fondo abajo se desploma en el primero de los
pozos grandes alternativos al p90. En este punto contactamos con los compañeros
que nos preceden, situación que aprovechamos para tomar una barrita y un trago
de agua esperando a que bajen el p17 . A partir de aquí iremos reuniéndonos sin
problema en las zonas de pozas y escalones de cauce cómodos para los 5 y más . Le
sigue un p10. No he mencionado que en la mayoría de los pozos encontraremos
pasamanos, anillas y cadenas nuevos, salvo algunos más antiguos con maillones.
No tuvimos problemas en las recuperaciones y la recomendación es usar las
cuerdas justas, ya que nosotros por no tener, llevamos una de 44 y otra de 50
haciéndose penosa la recuperación de los metros de más, ya que lo ideal son dos
cuerdas de 40 o cuerda y cordino. El p35 lo bajamos enlazado con la siguiente
r5, continuando una r5 para terminar con el p20 que nos deja en la sala del
Arco. En estos pozos hay que espabilar ya que la temperatura es algo más baja y
nos quedamos un poco fríos. Aquí ya María empieza a pagar la factura del
esfuerzo, empezando a mostrar signos de cansancio.
En la sala del Arco, que como su propio nombre indica, nos
muestra una de las bellezas de la travesía, un gran arco suspendido a unos 10 o
15 metros
sobre nuestras cabezas, proseguimos por una galería elevada, no muy grande, a
espaldas del pozo, a mano izquierda, con un pequeño catadióptrico
identificativo, que nos dejó en otra sala que se va desfondando a modo de rajas
de un lapiaz hasta sumirse en una medio gatera que te deja en el río
nuevamente. Aquí tomamos el sentido de la corriente, a derechas y al revisar la
zona de la izquierda vimos una cuerda fija en un resalte de unos 4 metros que también te
deja en el río y que debe de ser la vía normal de bajar al mismo. Continuamos
por el cauce muy cómodo donde tiene largos tramos rectos inundados con gran
profusión de golpes de gubia y avanzamos un par de centenares de metros por el
meandro de la Confluencia hasta la propia Confluencia, que no tiene pérdida ya
que es una T y hay una fleja en pintura amarilla que nos indica el desvío a la
derecha, donde empezaremos a remontar el río Leolorna. Este cauce es más amplio
que el que traemos y vamos ganando altura, esta vez contracorriente hasta la
sala de la Cascada, fácilmente identificable, aún con el exiguo aporte que
tenía, ya que te moja la cabeza al atravesarla. Siguiendo el curso natural
llegaremos a una zona que encontraremos nuevamente marcas de flecha amarillas y
otra negra. Siguiendo estas marcas, por la izquierda llegaremos a la sala del
Anfiteatro, también identificable por las gradas fósiles de barro que hay a la
derecha. Continuaremos por la izquierda y ya enseguida viene la parte más dura
de la travesía para mi al menos ya que venimos cansado y nos queda remontar los
casi 270 que hemos bajado. Veremos a la izquierda también la primera r10 . En este
punto, Mar, también empieza a dar muestras acusadas del cansancio que todos
traemos. Una vez subida esta, continúan otras 3 rampas enlazadas e instaladas
como la anterior en fijo, que terminan en el agujero soplador y que nos dejas
al fondo de la sala del Mortero. En este punto, volvemos a contactar con el
grupo de 3 que nos precede. Ascendimos
penosamente el gran caos de bloques en rampa hasta la salida, y ya en el
exterior, mientras esperábamos que María y Sonia terminaran de ascender la
rampa, tomamos fuerzas para el último envite al Mortero. Cuando terminé de
desanclarme del pasamanos del bloque que sirve de cabecera a la rampa, eran la
1,25 de la mañana. La travesía nos había llevado la friolera de algo más de
11,5 horas y un cansancio importante, ya que salimos todos más o menos tocados.
Llegamos a los coches a través de una espesa niebla en algunos tramos del
camino de vuelta, donde nos esperaban haciendo señales Ana y el resto del grupo
que ya había llegado. Nos ayudaron a desprendernos del odiado neopreno y
después de refrescarnos con alguna bebida que siempre trae More, comentamos la
jugada con Ana, que ya estaba un poco nerviosa y que a su vez nos comento que
la habían avisado los del grupo que nos precedía que estábamos ya en la rampa
del Mortero. Mar, Ana, More y yo nos vamos para el Asón y María y Sonia se van
para Santander.
Cena de restos y narración del evento a los no
participantes, total las 4,30 de la mañana, así que a la cama. El otro grupo
llegaría media hora más tarde.
Una travesía que me ha encantado por su belleza y variedad y
que efectivamente es “disfrutona” pero que al final se hizo un poco penosa,
estando en el umbral de mis fuerzas, por lo que tendré que considerar ponerme
más en forma para próximas salidas. De resaltar la entereza de las Chicas que
superaron todos los problemas de cansancio.
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